Bartolomé de las Casas y la destrucción de las Indias

Retrato de Bartolomé de las Casas realizado por los hermanos José y Vicente López de Eguídanos para la colección Retratos de los españoles ilustres (1801).

Retrato de Bartolomé de las Casas  para la colección Retratos de los españoles ilustres. Grabado de Tomás López Enguídanos por dibujo de José López Enguídanos (1801) | Fuente

Bartolomé de las Casas nació en 1484 (1) en Sevilla. Fue presbítero, fraile dominico, obispo de Chiapas, cronista, teólogo, antropólogo, etnógrafo, y algunas cosas más. Pero, por encima de todo, fue uno de los mayores exponentes de la defensa de los nativos americanos y de la crítica contra la política de colonización europea durante la primera mitad del siglo XVI (los primeros 50-60 años de la conquista). Aunque no el único ni el primero, ha pasado a la historia como el más notorio.

De las Casas no siempre tuvo esta postura ideológica, sino que su pensamiento experimentó un arco de transformación en su juventud. Su padre, que fue integrante de la segunda expedición colombina, le regaló a su vuelta en 1499 un esclavo indio, con el que desarrolló una estrecha amistad que no duraría demasiado, pues en 1500 la reina Isabel ordenó la repatriación de todos los indios traídos a España. En sus primeros años en el continente (llegó en 1502) le fueron otorgadas varias encomiendas en distintos territorios. Como él mismo reconoció, disfrutó explotando a sus esclavos en diferentes trabajos para obtener beneficios económicos. Incluso, siendo ya sacerdote, en 1511 llegó a hacer una defensa de la encomienda frente a otros dominicos. Entre ellos, Antonio de Montesinos, el gran pionero en la lucha por la dignidad de los indios, que se convertiría mas tarde en una de sus grandes influencias. Ese mismo año, Montesinos dio su famoso sermón de adviento, la primera protesta en el Nuevo Mundo de un religioso contra los colonos, y sus denuncias auspiciaron la promulgación de las Leyes de Burgos en 1512. La influencia de indigenistas como Montesinos, y especialmente el presenciar de primera mano diversos maltratos y atrocidades, pusieron en marcha la toma de conciencia de de las Casas. Su conversión se hizo definitiva en 1514, cuando dio su propio discurso sobre la vida diaria de los indios criticando a los encomenderos. Renunció a sus encomiendas y comenzó su lucha burocrática por cambiar las cosas, denunciando lo que consideraba un sistema erróneo e inmoral y proponiendo herramientas para el cambio, a través de sus escritos y especialmente de los debates intelectuales en los que participaba. Su discurso teórico tenía claras influencias de, entre otros, la Utopía de Tomás Moro, y las nociones de Tomás de Aquino sobre el derecho natural le sirven como base para su polémica tesis en la que cuestiona la autoridad del Papa para conceder el derecho de conquista a los príncipes cristianos. En 1516 fue nombrado procurador de los indios. Sus principales objetivos eran la defensa de los indios como seres humanos con igualdad de derechos y la crítica a la política colonizadora que se había seguido desde el descubrimiento hasta entonces, con la encomienda como principal institución a destruir.

Las encomiendas eran el reparto de un determinado número de indios a cada conquistador con el fin de ser cristianizados y el privilegio de explotarlos en el trabajo, lo que venía a ser el reconocimiento legal de la esclavitud, aunque teóricamente debieran obtener una remuneración por su trabajo. Para el fraile sevillano las encomiendas fueron perdiendo su objetivo evangelizador y degeneraron en esclavitud pura y dura, en la posesión por parte del encomendero de la vida de sus esclavos para hacer con ellas lo que se le antojara. Esto propició que surgiese un debate que enfrentaba a dos bandos bien diferenciados: el de los conquistadores, con una postura conservadora, defensores de la explotación y la esclavitud, y el de los indigenistas, que proponían la abolición de la encomienda y otros privilegios y presentaban un modelo de colonización pacífica que respetase los derechos naturales de los indios.

La toma de consciencia de Bartolomé de Las Casas, oyendo el sermón de Fray Antonio de Montesinos. Obra de Francis de Blas, en el convento de San Estebán (Salamanca) | Fuente

Retrato imaginario de la toma de conciencia de Bartolomé de las Casas oyendo el sermón de Antonio de Montesinos. La obra de Francis de Blas, realizada con motivo del V centenario de dicho sermón, fue presentada en el convento dominico de San Esteban (Salamanca) en 2011 | Fuente

De las Casas propuso una moderación de la encomienda, primero, y su abolición, después. En 1542 consiguió que sus ideas fuesen aprobadas con la promulgación de las Leyes nuevas, en las que se prohibía crear nuevas encomiendas y se declaraban a extinguir las ya existentes tras la muerte de sus propietarios (no pudiendo ser heredadas). A pesar de este aparente triunfo de de las Casas y sus partidarios, la aprobación de las Leyes nuevas (y todos los decretos complementarios con los que fueron ampliadas posteriormente) no sirvieron para mucho, pues en la práctica no eran cumplidas por casi nadie en suelo americano.

Es decir, desde los Reyes Católicos hasta Felipe II la verdadera ley era la de un numeroso grupo particular de conquistadores que, por lo que contribuían a la riqueza del Estado español, era casi imposible de frenar. La repatriación de los indios ordenada por Isabel I, que desde el principio simpatizó con los americanos considerándolos seres iguales y ciudadanos españoles, refleja en parte los problemas de la política colonizadora desde su inicio: si bien los reyes católicos son defensores de los indios y toman medidas como ésta, su autoridad sobre el continente es sólo virtual, pues los conquistadores aplican sus propias reglas en base a sus intereses privados.

Durante las primeras décadas de la conquista, sobre el terreno, la tendencia siempre fue la misma: los colonos actuaron siguiendo el principio de guerra justa, según el cual la conquista estaba legitimada por la autoridad cristiana y monárquica, considerando además que su derecho a hacerlo era refrendado por ser aquellos pueblos salvajes y paganos; en definitiva, inferiores al hombre blanco europeo. Otro ejemplo de medidas de autoridad sin éxito lo encontramos en el Requerimiento, medida aprobada por Fernando el Católico ante las denuncias sobre las tropelías que se están cometiendo bajo el amparo de las encomiendas, que consistía en un texto que había que leer a los indios para que admitiesen ser súbditos del rey de España. Si se negaban, quedaba permitido obligarlos por las armas. Esta medida no cambió nada, ya que según de las Casas la mayor parte de las veces se leía a varios kilómetros de distancia y mientras los interesados dormían.

Aunque quizás el problema fuese que no interesaba modificar demasiado lo que ya se había establecido durante medio siglo y, por mucho que se redactasen todo tipo de leyes y documentos aprobados por la máxima autoridad, en realidad se miraba para otro lado. Sin ir más lejos, Carlos I, que escuchaba a de las Casas y coincidía con él en numerosos aspectos, siempre estuvo más centrado en otros problemas de su imperio (como las guerras contra Francisco I de Francia) y delegaba los asuntos de Indias en todo tipo de intermediarios, especialmente el Consejo de Indias, del cual un gran número de sus integrantes eran corruptos, como se demostró en la inspección de 1542 auspiciada por el propio de las Casas. En cualquier caso, en 1547 el emperador derogó aquellas Leyes nuevas que prohibían la concesión de nuevas encomiendas. En 1555 de las Casas volvería a denunciar el aumento del número de encomiendas ante el nuevo rey, Felipe II.

Este fracaso general en la lucha revolucionaria de Bartolomé de las Casas y los que formaban parte de su corriente de pensamiento llevó al clérigo a la depresión en varias ocasiones. Abandonó progresivamente su lucha activa en el continente americano para centrarse más en el estudio de las leyes y en su creación literaria en España, donde consideraba que su trabajo sería más efectivo. Murió en 1566 en Madrid, dejando escrito en su testamento que su herencia fuese repartida entre los indios de tres conventos americanos.

Retrato de Juan Ginés de Sepúlveda para la colección Retratos de los españoles ilustres (1801) Grabado de Juan Barcelón por dibujo de José Maea.

Retrato de Juan Ginés de Sepúlveda para la colección Retratos de los españoles ilustres. Grabado de Juan Barcelón por dibujo de José Maea (1796) | Fuente

De las Casas vs. Sepúlveda

Durante su vida, de las Casas se enfrentó a numerosos oponentes, en su mayor parte miembros de la Iglesia como él pero de ideología diametralmente opuesta. El obispo Juan Rodríguez de Fonseca en una primera etapa y el sacerdote Juan Ginés de Sepúlveda en los últimos años son los dos casos más representativos. De hecho, fue su épico enfrentamiento con este último lo que supondría la gran derrota final para de las Casas, la constatación de que la maquinaria oficial era imparable

A instancias del padre de las Casas, en 1550 Carlos I convocó una junta especial para debatir si la conquista de América era una guerra lícita. Formaron parte de la junta dos miembros del Consejo de Indias, un franciscano y tres frailes dominicos, además de los dos principales protagonistas. La capilla del convento de San Gregorio (Valladolid) fue el escenario de las dos sesiones del debate, que se centró principalmente en las diferentes concepciones del indio como ser humano. Sepúlveda defendió el derecho a la conquista por diferentes razones: los indios son salvajes y bárbaros; sus creencias paganas y sus prácticas habituales como el canibalismo o los sacrificios humanos; la esclavitud hace más fácil su evangelización y conversión.

En abril de 1551 tuvieron lugar la segunda sesión del debate y el juicio, en el que los miembros de la junta votaron a Sepúlveda en mayoría.

La vida de este autor estuvo, de hecho, llena de victorias de sus enemigos. Si bien fue consejero de los máximos gobernantes (el Cardenal Cisneros, Carlos I, Felipe II) y asesor del Consejo de Indias, y aunque sus denuncias y propuestas fueron escuchadas tanto por la autoridad civil como por la eclesiástica (se publicaron varias bulas papales al respecto), realmente sus ideas no tuvieron un alcance práctico. En ocasiones se le intentó alejar de los círculos de poder; la aplicación de sus propuestas legales fue boicoteada, algunos de sus textos fueron secuestrados y se enfrentó a todo tipo de trampas legales, recursos, informes negativos y dilaciones administrativas intencionadas.

La Brevísima relación de la destrucción de las Indias

Aunque no es considerada su mejor obra, si es la más conocida y la que más impacto ha tenido desde su publicación. La obra fue escrita entre 1541 y 1542 como un informe para informar a la corona de la brutalidad sistemática de los conquistadores, pero no fue publicada ya que al ser aprobadas las Leyes nuevas el autor debió pensar que la situación cambiaría y no era necesaria la polémica que un libro así podría suscitar. Sin embargo, decidió publicarlas en 1552 considerando que su contenido seguía siendo igual de necesario ante la nula efectividad de la nueva legislación. De las casas afirma en el prólogo (dirigido al entonces príncipe Felipe II) que todo lo que narra en su obra no es responsabilidad del rey, pues desconoce la gravedad y magnitud de lo que sucede y confía que, en cuanto sepa del mal que otros ejercen en su reino, lo detendrá de forma ejemplar, por su «innata y natural virtud». Es curioso que incluyese estas palabras en la versión impresa en 1552, teniendo en cuanta que Carlos I ya había leído años antes una versión anterior. El autor también confirma que el príncipe había recibido con anterioridad una copia, pero vuelve a enviársela considerando que «puede haber sido que, o Vuestra Alteza no las leyó o que ya olvidadas las tiene».

En la Brevísima relación prima el contenido sobre la forma literaria y el rigor científico. El autor utiliza un estilo gráfico, duro y sin concesiones para describir multitud de vejaciones, torturas y asesinatos sufridos por los nativos. De las Casas comete numerosas imprecisiones, vaguedades y generalidades en su afán de denuncia, algo de lo que se le suele acusar en toda su obra, por lo que la veracidad de los sucesos narrados ha sido seriamente cuestionada. Muchos de los episodios los cuenta de oídas y en general oculta el nombre de casi todos los responsables. Muchos han considerado que el autor era demagógico, exagerado y parcial en su método, especialmente maniqueo en esta obra al presentar una imagen idealizada de los indios (bondadosos, sinceros, honrados y fieles por naturaleza) y una terrible de los españoles, lo que legitimaba a los primeros a defenderse de forma hostil ante los invasores. En cualquier caso, esta era la visión sincera que el padre de las Casas tenía de los indios. Una visión anti-clasista ya que los consideraba seres humanos como cualquier otro, pues aun siendo descendientes de campesinos les atribuía la misma dignidad que a cualquier rico europeo.

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Grabado de Theodor de Bry que ilustraba algunas traducciones de la Brevísima relación de los siglos XVI y XVII | Fuente

Esta obra es considerada casi como la Biblia de los detractores de España, los que originaron la llamada leyenda negra, que no eran otros que los diversos enemigos de España, incluyendo al resto de potencias europeas que también participaron de la conquista del Nuevo Mundo. Era inevitable que un imperio como el de Carlos I tuviera todo tipo de enemigos y que no sólo actuasen con las armas sino también a través de un aparato propagandístico a modo de guerra fría. Por ello, de las Casas fue considerado por muchos de sus congéneres como anti-español y traidor. Si bien el contenido de esta obra fue tergiversado y usado de forma interesada, no es menos cierto que la obra, como tal, no se puede considerar historiográfica, ni seguramente fue esa la intención de su autor. Pero sigue siendo efectiva como alegato de denuncia, pues, si bien está plagada de omisiones, imprecisiones y tal vez invenciones, es totalmente cierto que esos sucesos u otros similares ocurrieron en aquellas tierras, cometidos y sufridos por el mismo tipo de personajes, y que la despoblación de las tierras por donde pasaban los conquistadores sucedió (aunque fue mucho mayor el número de víctimas por pandemias que por la guerra y la esclavitud).

Lo que muy hábilmente hicieron los artífices de la leyenda negra fue utilizar esta obra como el ABC de la tiranía española y eclesiástica. Como apuntaba el historiador Ramón Menéndez Pidal en su estudio crítico del autor: «Este es el hecho capital en la exaltación póstuma de Las Casas. Cuando en España el Obispo tras su larga vejez de inefica­cia, había caído en un respetuoso olvido, en el ex­tranjero los bucaneros y los filibusteros que ambicionaban las riquezas de América, los holandeses que luchaban por su independencia, y todos los combatientes frente a la contrarreforma católica, levantaron sobre sus hombros al «Reverendo Obis­po Don Fray Bartolomé de Las Casas o Casaus» y le dieron una internacional fama de difamación que no tiene otra igual en la historia. La ansiosa ape­tencia de publicidad que aquejaba al Obispo-fraile podía estar satisfecha» (2). La Brevísima relación ha seguido usándose históricamente como instrumento de propaganda anti-española, anti-eclesiástica o anti-colonizadora, cuenta el sacerdote argentino Javier Olivera Ravasi en su blog Que no te la cuenten: «Primero los flamencos en 1579, y luego los hugonotes ginebrinos, los italianos, los catalanes separatistas, los fran­ceses, los norteamericanos cuando la guerra de Cu­ba, los nazis alemanes para perseguir al cristianismo y los stalinistas rusos y socialistas mexicanos, han reeditado una y mil veces sus hispanófobas obras».

Tal vez el mayor error de de las Casas fue centrar su crítica en describir lo ocurrido en territorios bajo dominio español en lugar de dirigirla a todos los colonizadores europeos. Que, como se sabe, cometieron tantas injusticias y barbaridades como los españoles, por no decir mayores (3). Así como englobar a todos los conquistadores españoles cuando describe los actos de crueldad puntuales (aunque numerosos) de unos cuantos. Y para ello no dudó en adjudicar a estos la responsabilidad absoluta del diezmo masivo de los pueblos originarios, que si bien es algo innegable, también es sabido que la gran mayoría de víctimas se debieron a las pandemias introducidas en el continente por los europeos, en una proporción mucho mayor que las causadas por la guerra o la esclavitud.

En cualquier caso, de las Casas siempre ha tenido este y otros estigmas condicionando la percepción que se tiene de él. También ha sido acusado de hipócrita, por dedicar tantos esfuerzos en defensa del indio americano y sin embargo no tener la misma consideración para los esclavos africanos. Es, sin duda, la principal arma arrojadiza de sus detractores. Desde los primeros tiempos de la conquista, en 1500, se inició la trata de negros africanos considerados por la sociedad europea de la época tan inferiores como los indios, siguiendo la clasificación aristotélica que se aplicaba entonces para poner los derechos y dignidad de unas razas y clases por encima de otras. En algunos memoriales de las Casas propone potenciar el uso de esclavos negros por parte de los colonos para minimizar las consecuencias sobre los indios. Si bien después de aquello también cambió de parecer y censuró la esclavitud de los africanos, lo hizo de forma mucho más discreta que su defensa de los americanos.

De las Casas también fue acusado por varios religiosos de hacer una labor evangelizadora más bien escasa y centrarse en sus utópicos debates sobre los indios desde el campo teórico sin implicarse en la práctica, viviendo cómodamente de lo que él mismo consideraba dinero sucio. De las críticas a este autor, el ejemplo más notable y reciente en el tiempo es el antes citado Menéndez Pidal, quien consideraba al sacerdote sevillano un paranoico con problemas de esquizofrenia. Afortunadamente, entre la exaltación y la crítica destructiva, en la actualidad proliferan interpretaciones más pragmáticas y objetivas sobre su vida y obra.

Estas metamorfosis de Bartolomé de las Casas, primero en su consideración hacia los americanos y luego hacia los africanos, aunque desde nuestra perspectiva del siglo XXI son evidentemente parciales, debemos tratar de interpretarlas teniendo en cuenta la mentalidad del siglo XVI, concretamente la de un representante religioso al servicio del Estado. Y, con todas sus limitaciones, la evolución personal del autor y de cuantos compartieron su lucha junto a él resulta tremendamente moderna y adelantada a su tiempo. No en vano, algunos ven en él uno de los precursores del derecho internacional moderno. Y, aunque durante su vida fracasó en su empresa, la visión y propuestas de los indigenistas como él son un acto de gran trascendencia en la lucha por la justicia y la rebelión contra los estamentos establecidos. En palabras del historiador Hugh Thomas, «debemos reconocer que este debate fue único en la historia de los imperios. ¿Inspiraron Roma, Atenas o Macedonia semejante debate acerca de sus conquistas?. ¿Lo inspiraron Francia o Rusia?. ¿Hubiese optado la Corona británica por organizar tan docto debate en Oxford para especular sobre si era jurídicamente justa la guerra contra los ashanti o los afganos?. La sola idea resulta risible» (4).

 Viggo Mortensen lee un fragmento de la Brevísima relación, primero en español y luego en inglés, el 5 de octubre de 2005, en el Japanese American Cultural and Community Center, en Los Angeles, California.

Fragmentos de la película También la lluvia (Icíar Bollaín, 2010), donde los protagonistas debaten sobre la figura de Bartolomé de las Casas.


Notas

1 Aunque entre los historiadores no existe consenso sobre su fecha de nacimiento, esta suele ser la más aceptada.
2 MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. El Padre Las Casas. Su doble personalidad. Madrid: Real Academia de la Historia, 2013, p. 323.
3 Diversos estudios sobre este asunto suelen concluir que, en realidad, los conquistadores españoles hicieron un tipo de colonización menos inquisitiva que el resto de europeos, practicando más el mestizaje y tolerando más sus costumbres y cultura, permitiendo además un número mayor de indios y negros libres que el del resto de potencias europeas. Lo cierto es que los actuales países latinoamericanos con pasado español conservan más elementos culturales y étnicos de sus raices ancestrales que muchos otros.
THOMAS, Hugh. El imperio español: de Colón a Magañanes. Barcelona: Planeta, 2003, pp. 350-351.


Fuentes

DE LAS CASAS, Bartolomé. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Edición, introducción y notas de José María Reyes Cano. Barcelona: Planeta, 1994.

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